Al dejar de fumar disminuye de manera evidente el riesgo de cáncer oral. Según algunos estudios, entre cinco y diez años después de abandonar el hábito los antiguos fumadores tienen prácticamente el mismo riesgo de cáncer oral que una persona que nunca ha fumado.
Disminuye de manera substancial la incidencia de leucoplasia oral e incluso un número significativo de estas lesiones desaparecerán tras la cesación tabáquica. Mejora el sentido del gusto y el olfato así como la halitosis.
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